Un asana se describe como una postura estática, firme, fácil y cómoda. Se mantiene inmóvil un tiempo, pues la consecuencia de esa permanencia es la acción profunda que ejerce tal postura lo que nos interesa. Uno de los requisitos primordiales en las posturas es que se aflojen todos los músculos que no intervienen en el ejercicio, consiguiendo que se relajen otros grupos musculares más profundos, incluso contracturas inútiles casi siempre inconscientes. Esto se va consiguiendo por medio de un adiestramiento sistemático.
La permanencia prolongada en la misma postura realiza una acción tan profunda que toca los centros nerviosos y las glándulas endocrinas, produciendo efectos notables, ya no sólo fisiológicos, sino incluso mentales.
Con una serie de posturas combinadas entre si favorecemos que el flujo del prana discurra armoniosamente por todo el cuerpo aportando, estímulo, fuerza y tranquilidad.
Realizando los movimientos con suavidad en cada paso, nos lleva a reforzar el sistema nervioso, aumenta la vinculación de la mente consciente con nuestro organismo físico, desarrolla la habilidad y adaptabilidad del cuerpo para moverse con soltura y desenvolverse bien en el mundo que le rodea